08 abril, 2020

LO QUE VIO UN CADETE EN LA TORRE



El director de la Escuela Militar coronel Rodrigo Urrutia, recibió la visita del histórico batallón Las Condes, primera unidad que ocupó la Escuela el año 1955. Todas las fotos con solo pincharlas, se amplían.
De izquierda a derecha: Jorge Valenzuela Duran, Raúl Slater Vabestrello, Juan Solari Rincón y el Director.

De derecha a izquierda: Rodolfo Ramírez Vasquez, secretario; Ricardo Gaete Villaseñor, Presidente y Comandante del Batallón.



HISTÓRICO BATALLÓN LAS CONDES

Con solo pinchar el siguiente link, escuche a un integrante del batallón, quien vino de Los Ángeles a contar su experiencia:

http://www.youtube.com/watch?v=1n3Mh-8zFg4 


CADETE LECTOR Y  RESPUESTA DEL CADETE  INTERROGADOR

Esteban Tomic
 <etomic@cruzabogados.cl>

Corporación de ex alumnos

Las fotos están tomadas con una máquina fotográfica “Contax”, alemana, perteneciente a mi padre, quien me la prestó para la ocasión. La Dirección de la Escuela me autorizó a tomar esas fotografías, que se han transformado en un valioso testimonio de los últimos días en el Cuartel Blanco Encalada y del traslado definitivo a Las Condes.
 
Nosotros fuimos, en realidad, los que “apagamos la luz y cerramos la puerta” de ese hermoso edificio, construido durante la presidencia de José Manuel Balmaceda.
 
La fotografía tomada en “La Torre”, donde aparezco con el teniente Rojas y el Brigadier Mayor Honorato, tiene una historia interesante.
 
Estábamos formados el penúltimo día, a mediodía, cuando en la 4ª Compañía se detectó que faltaban tres cadetes. Como el Oficial de Ronda conocía al dedillo el famoso tomo del  libro  “El cateo de la laucha”, nos pidió a dos brigadieres mayores y al teniente Rojas que hiciésemos una visita de inspección a la torre.
 
Breve explicación:
“La Torre” era la denominación que usábamos para la expedición clandestina más arriesgada que era posible emprender siendo cadetes. Para ir hasta ese lugar, era necesario hacerlo de noche, con zapatillas de gimnasia y linterna, y recorrer el entretecho del ala poniente de la Escuela, desde Blanco Encalada hasta su extremo sur, que daba a la calle que separaba al edificio principal del segundo patio y cuyo nombre no recuerdo. Debe de haber sido un trayecto de unos 120 metros. Pues bien, los últimos metros, antes de saltar sobre el piso de la torre, había que caminarlos sobre unos travesaños que no se apoyaban sobre el suelo, sino sobre unas vigas empotradas entre el entretecho que acabábamos de recorrer y la torre misma, que no tenía más de 20 metros cuadrados. Debajo de esos travesaños, se encontraba el casino de oficiales, desde donde, por ser de noche, llegaba el rumor de las conversaciones y el juego de billar. Al cadete que hacía equilibrio sobre el travesaño para llegar a la torre, lo separaba de los oficiales que conversaban allá abajo, solo la delgada capa de yeso y de papel del cielo raso. Dicen que en una oportunidad un cadete perdió el equilibrio y se cayó sobre la mesa de billar. No sé si es verdad, pero si sé que desde arriba se observaba un parche en el cielo raso de dimensiones respetables.
 
Así de riesgosa era la aventura. En mis tres años de cadete, yo la hice una vez, estando en 2º año, en compañía del cadete Andrés Sánchez Errázuriz. Como es obvio, el que coronaba con éxito su empeño, tenía que dejar su nombre escrito en la pared. Por eso es interesante observar en la fotografía los “graffiti” dejados en los muros de la torre a lo largo de los años. A lo anterior, quiero agregar que el que era sorprendido en la torre, era sancionado con el más severo de los castigos: 8 días de arresto, es decir, dos meses sin salida.
 
Vuelvo al relato del día en que tomé la fotografía: premunidos de una linterna y de unos punteros que sacamos del gabinete de Física, nos internamos los tres por los oscuros entretechos, en busca de los tres cadetes faltantes. Llegamos hasta la torre, donde hice la fotografía con autodisparador, y no encontramos nada. De pronto, cuando regresábamos, en medio de la oscuridad tuve la sensación de que desde un punto a ras de suelo, ubicado a algunos metros de distancia, emanaba el calor de un cuerpo. Dirigí  hacia allí el haz de la linterna y, efectivamente, tendido en el suelo, semioculto detrás de un tablón, se hallaba un cadete. Uno primero, dos, tres, fueron el resultado de nuestra pesca.
 
A la salida, cuando los llevábamos a presentar ante el Oficial de Ronda, uno de los cadetes, pidió hablar conmigo:
 
“!Permiso para hablar con Ud. mi Brigadier Mayor!”.
 
“Diga, cadete”.
 
“MI Brigadier Mayor, yo considero que Ud. es un inmoral, porque yo vi su nombre escrito en la pared de la torre”.
 
“Si, cadete, es verdad, yo fui hace un año atrás a la torre, pero hay una diferencia: a mi no me pillaron, así que vamos andando”.
 
Ese cadete, cuyas mejillas coloradas estoy viendo como si me estuviese interpelando hoy, llegó a general de Ejército. Su nombre es Humberto Julio.
 
 
 
 
Esteban Tomic Errázuriz
 


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Después de esta interesante y simpática anécdota, sigamos con el traslado de la Escuela, en fotos:



























1983 PRIMER CUARTEL DE LA ESCUELA


Juan Manuel Reyes Cuevas (Promarket) <jreyesc.promarket@bancochile.cl> escribió:
No olvidar que el primer cuartel de la Escuela Militar fue en el Templo de Nuestra Señora de Gracia (popularmente conocido como La Iglesia de San Agustín) (actual manzana de Estado, Agustinas, San Antonio y Moneda), y que al respecto existe una placa recordatoria que comenta que ese lugar fue el primer Cuartel de la Escuela Militar.
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Ex cadete Juan Manuel Reyes Cuevas
Promoción 1980-1983

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